De ilusiones se vive y de esperanzas se muere.
Con tan poco tiempo vivido he aprendido muchas cosas. He aprendido que amar no es sólo besar, ni decir te quiero, que estar en compañía de alguien no te garantiza seguridad, que hay veces que aceptar derrotas es más motivo de celebración que la propia victoria, que hay personas que te quieren pero te hacen daño y que la confianza no es cosa que se gane en un día, pero puedes tardar menos de dos segundos en destruirla. He aprendido que llorar no es signo de debilidad, que hablar suele ser el mejor remedio para los problemas y que hay que saber perdonar, porque cualquiera puede hacer cosas de las que se arrepienta. He aprendido que la verdadera amistad existe, que la distancia no es el mayor de los problemas y que no importa a dónde vayas, sino quién va contigo. He sabido ver que tengo que darle importancia sólo a las cosas que de verdad la merecen y controlar mis actos antes de que ellos me controlen a mí. He aprendido que siempre hay dos caminos, que la paciencia es una gran virtud del ser humano, que las primeras impresiones en muy pocas ocasiones son buenas. He descubierto que la madurez no se tiene por la edad, sino por las experiencias vividas y la forma de enfrentarte a ellas. He aprendido que decirle a un niño que los Reyes Magos existen no es una mentira, es una ilusión y que todos tenemos derecho a enfadarnos, pero no a tratar mal a nadie por nuestros enfados. Ahora sé que nadie ama de la forma en la que uno quiere, sino de la única forma en la que puede, que hay que tener cuidado con la fuerza que sale por la boca porque en cualquier momento puede rebotarte a ti y que el mundo no se va a parar para que te repongas de tu mal día.
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